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Ojeamos la prensa en el tren y nos produce asco lo que leemos. No hay ni un solo partido con coherencia y de la “integridad personal” de sus “líderes cenitales”, no tenemos ya duda alguna.
Todo son cambalaches y compadreos repartiéndose la tartita en cada lugar.
Un político debería ser esclavo del manifiesto de su partido y de su programa.
Violarlo, de cerca o de lejos, por cuestiones de efectividad política, nos hace pensar en la frase de Stalin sobre violaciones.
No seamos cínicos, no midamos el problema de forma burda. Una violación personal afecta a una persona y, en buena teoría legal, se paga cara.
Una violación general de lo escrito, de la palabra dada, afecta a muchas personas.
Nos escandalizamos, y es lógico, por el hecho maldito de una violación individual, pero permanecemos catalépticos ante violaciones grupales.
Ignoramos si todavía es más indigno quien no se escandaliza ante los hechos de B y lo hace ante los de A.
¿Acaso hemos perdido la honra?
CONSEJO POLÍTICO PROVISIONAL DE DERECHO CIUDADANO A DECIDIR
P.V.R.G.